Yo me imagino a un futurista,
poeta,
de la escuela de Marinetti,
esteta,
viendo pasar un bólido veloz,
violeta,
y con sus ojos perseguirlo,
con su alma desearlo,
con su corazón amarlo.
Pero después imagino
a un romántico
con la pluma
entintada de amor,
traspasado,
caminando solo y dedicado,
trasnochado,
por un parque de silencios otoñales.
Y en su mente
la carne
estremecida y vibrante
de luz
de una muchacha
joven y desapercibida
convertida en religión.
Y ¡ay!, me digo:
No es posible que
dos faros, un chasis
y un motor
despierten lo mismo que
dos ojos con alma y corazón.
Allá por 2003