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viernes, 10 de abril de 2015








De tanto mirarse los pies, se pisó la cabeza. La lengua hacía tiempo que la arrastraba y la tenía gris de tanto asfalto, pero la cabeza, la cabeza... esa cosa tan importante entre los hombros, sostenida por un cuello que pareciera el soporte de la joya preciosa, no podía entenderlo, y le preocupó sobremanera. Sobre todo porque en el último tropiezo se la había arrancado de cuajo y ahora andaba dando tumbos. Él, que siempre había caminado tan recto...








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