Tan bellos en sus cuerpos espirales, con sus cuernos y sus ojos flotando allá en lo alto, tan lentos, y tan lentos que les sobra todo el tiempo, tanto el tiempo…
Bajo por la cuesta a paso acelerado y comienzo a verlos. Sobre la acera, orillados aún pero orientados fatalmente hacia el centro de la calle, pienso en ellos y en su falta de conciencia por lo que está por suceder.
Haberse despertado esta mañana, tan nublada, para que el tropel de pies rompa sus vidas una a una, así sin más, por estar ahí.
Hace muy poco que han abandonado el verde, ese espacio profundo en que nacieron. Ahora avanzan ciegos por el gris.
Ya se acercan los primeros pasos, tras de mí, sin que apenas sospechen unos de otros que ahí andan, persiguiendo sueños a estas horas tan tempranas…
A. Gova
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