Cuando el príncipe quiso agasajar al Buda entregándole una
piedra preciosa,
éste le pidió que la dejara caer al suelo.
Ante la extrañeza del príncipe, el Buda insistió.
Y la piedra cayó, desasida por la mano que duda.
Entonces el Buda lo miró fijo:
-Y ahora, suéltala…Ni todo el oro del mundo ni cualquiera de sus piedras preciosas pueden compararse al sabor de la fruta... Dónde está el valor de algo, por qué no ir a su esencia?
Si nos dejamos engañar por las bagatelas, estaremos adquiriendo éstas a la vez que una generosa dosis de sufrimiento. Quien de verdad ansíe la libertad se dará cuenta de que la principal conquista es la que hace uno en sí mismo, en su propio ser, y que las otras, las llamadas libertades sociales, no son más que formas de desviar la atención hacia la verdadera libertad, la libertad interior.
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