Yo soy el que se queda sin cabeza en la película 300. Lo que más me gustó fue comprobar la cara de pasmo que se le quedó a mi padre... Lo flipó. Siempre sorprendiéndolo.
O acaso a alguien se le ocurrió pensar que siendo yo un auténtico espartano de pelo en pierna me pudiera quedar paralizado ante la figura de un simple caballito y una espada del tamaño de un mondadientes?
A. Gova
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