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miércoles, 4 de abril de 2007

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ


El viento llegó primero en forma de suave brisa, dejando una agradable sensación de caricia que provocaba el bienestar general. Pero duró poco. Pronto esa caricia se transformó en insulto, y poco más tarde en bofetada. La gente ya no salía de sus casas porque sentían miedo, y rápidamente, quizá con ayuda del propio viento, se difundió el rumor de que aquel viento era una encarnación del maligno, por lo que había que quedarse en casa resguardado y no exponerse a él mientras durase.
Una noche, acababa de discutir con mi novia porque se había quedado sin tabaco y me oponía a que saliera a la calle a buscarlo, aunque pudiera haberlo en la tienda abandonada de la gasolinera de enfrente. Era sólo un instante de riesgo que para ella merecía la pena correr. Aquella noche su mono fue en aumento y al fin decidió salir. Pero en cuanto cerró la puerta, una sensación de angustia se me dibujó en el ánimo. Me quedé mirando por el balcón velando por ella por si algo indeseado sucedía. La vi cruzar la calle sola, ella era la única persona allí, todo lo demás eran bolsas de papel, botellas de vidrio, latas y un largo e indefinible etcétera. De pronto se detuvo en mitad de la vía, se giró lentamente, me miró y noté que algo no funcionaba bien. Su rostro me lo decía. Un segundo después ella desaparecía volando entre el resto de cosas que el viento se llevaba. Se me fue el alma. En mi vista quedó grabada la imagen de su brazo alzado diciendo adiós…

A. Gova

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