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miércoles, 22 de junio de 2011

VINCENT VANGOF

Hombre de bigote y barba, de lentes en los ojos, chaqueta y camisa. Una vez lo llamaron “barbas” y se mosqueó. Otra se detuvo el metro en mitad del túnel, lleno de gente, y se angustió. Otra recordó el teléfono de la mujer con la que acababa de bailar y se casó. Otra tuvo un ideal y lo votó. Otra cambió. Otra no entendió el porqué, ni el cómo, ni el cuándo, ni el dónde y persiguió la justicia, sin saber que era un sueño. Podría seguir. Le gusta la cuajada, la miel, la igualdad, el orden y el concierto. La música, la razón, la ley, la honestidad. Grandes términos, quizá demasiados para un humano, demasiado humano. Un verano se agarró una alergia y se mantuvo fiel a ella. Otra vez quiso estudiar derecho y no cesó hasta tener su carnet de no ejerciente. Otra soñó con que su verdadera vocación era ser profesor y se puso al frente de algunos alumnos, dando rienda suelta a su verdadero placer, hablar en público. Quizá tendría que haber seguido por aquí, quizá, quizá, quizá. Varias veces se afeitó y no lo reconoció ni la madre que lo parió. Empeñó y desempeñó un reloj de oro en innumerables ocasiones, pero no llegaba a deshacerse de él quizá arrepentido porque el oro es moneda de cambio en tiempos de crisis. Y la crisis, ay la crisis… De la financiera no supo salir en toda su vida. De las otras quién soy yo para decir nada. La fabada de habón grande con chorizo y tocino lo encandiló. Se la hacía su madre, o en el pueblo alguna tía, no sé ya quién se la hacía mejor. En sus primeros años vivió rodeado de mujeres, y con ocho años fue barbero, quizá de ahí le venga lo de la barba, que todo se pega. Tanto quitarla y al final él se la puso. De pequeño fue niño aguerrido, le gustaba pelear con mayores y en proporciones de cuatro a uno, todos para él, no fuera a ser que se dijera que no podía con ellos. Y el chocolate era capaz de comérselo untado de barro, en una apuesta con chavales mayores. Cosas de chicos, pequeñas historias de pueblos castellanos…


1 comentario:

Anónimo dijo...

Állá donde está la roca está el corazón del hombre. Abre la cantera y verás su espíritu.
ALFONSINA.