De camino al súper, vi a esta bailarina
a la puerta de una tienda de ropa.
Su cabeza estaba rebosante de ideas,
era pura explosión de color.
Fue al caer la tarde.
Me detuve, la observé, miré
al interior de la tienda, no vi nada,
saqué la cámara y disparé.
Otros días he pasado y la señorita
no estaba. Quizá en el baile
luce ahora su elegancia,
pero esa tarde la llenó con su mirada.
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