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domingo, 27 de enero de 2013

EL INCENDIO FORESTAL


Iban los enanos despacio
entre un bosque roto y
nuevo de castaños.
Iban los enanos y
al día siguiente, todos marcharon.
Con sus trajes nuevos
y sus cejas verdes,
con sus sombras blancas
y sus almas limpias
iban los enanos vestidos de aguinaldo.
Llevaban niebla, espanto,
no querían vivir en el campo.
Corrieron todos a la montaña
y una lágrima azul del desierto
los hizo de nuevo ser enanos.



                         Concepción Vázquez Muñoz






1 comentario:

A. Gova dijo...

Qué poema tan delicado y triste. Sufría con los enanos y sigo sufriendo. Puedo sentir el olor a quemado del bosque y, sin embargo, esa lágrima azul del desierto es la esperanza que nos renueva e infunde vida a todos.
Gracias, mamá. Creo que mi infancia es más rica habiendo escuchado estos poemas.