Dentro y sin luz, el pánico hace estallar los corazones
de los allí congregados.
El vocalista acaba de lanzar una bengala
y su lluvia de plata prende el techo
que en cuestión de minutos se propaga
por toda la discoték: KISS o el beso mortal.
Mientras, en la puerta, y dada la estampida general,
cierran todas las salidas a cal y canto.
No fuera a ser que un simpa caprichoso
sumiera al dueño en una triste ruina.
Aquellos que habían tratado de huir
se reunieron en los baños sin saber que allí
les esperaría una soledad de fúnebres velos.
Otros, se fueron amontonando pisoteados
de camino a la salida que nunca hallaron...
Otros, se fueron amontonando pisoteados
de camino a la salida que nunca hallaron...
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