Ya están bajando los mineros a las entrañas de la tierra misma,
donde la luz se disipa y solo se oye el crujir de sus afilados colmillos.
Apenas si tienen tiempo de comunicarse entre ellos,
hay galerías estrechas a lo ancho y largo de sus difíciles caminos,
el polvo de la tierra se mezcla con el sudor de sus vigorosos cuerpos,
el sol se evapora, solo están entre tinieblas, sus vidas
penden de un hilo según se muevan en ese encrucijado laberinto.
Los opresores cierran sus ojos y oídos, duermen tranquilos,
no les interesa el trabajo que realizan.
No hay dinero para pagaros, ¡mineros del alma mía!
El poeta sí lo entiende, porque mi alma es la vuestra
y vuestra tierra es la mía.
Concepción Vázquez Muñoz
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