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jueves, 28 de marzo de 2013

ENTRE LA CIUDAD Y LA ALDEA



En la ciudad, el hombre no se detiene,
corre veloz como el viento,
el péndulo del tiempo lo amenaza con su filo,
ni descansa su cuerpo
ni su cabeza permanece tranquila,
mezclada de muchos proyectos.

Viaja tan rápido
que su equipaje siempre está incompleto,
el hombre de la ciudad
vive asfixiado
y siempre siempre acelerado.


Al otro lado del camino,
cerquita de la ciudad,
en una aldea tranquila,
el hombre no vive igual.

Cuando cae la tarde,
sentado, sabe mirar los astros,
sus ojos profundos y abiertos
conocen las plantas del campo,
el distinto trinar de los pájaros,
sabe de ríos y montes,
de lluvias, tormentas y soles.

¡ Amigo mío !
Ni tu cuerpo, ni tu alma
están cansados,
por eso
tú puedes dormir
sueños plácidos.


C.V.M.



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