Sentada tardes enteras mirando acacias,
se escapaba la vista
viendo una simple carretera,
un camino mudo, largo, sin tránsito,
sin esperanzas de ruidos,
sin bocinas silenciadas por la lluvia,
un camino sin calzadas,
sin retorno, un camino llano.
A veces, la carretera, ¡vive Dios!,
me producía ¡espanto!
Allí pensaba tantas cosas...
Pensaba en mi sordera,
en los gritos vertiginosos
que gritaba mi conciencia,
cuantos más gritos oía
el camino carretera me decía
siempre igual,
no te asomes, ¡compañera!,
que la noria de tu vida
tiene argoyas encendidas
que te queman la garganta
y te impiden tu partida.
La meta que tú te has puesto
está muy lejos todavía.
C.V.M.
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